viernes, 22 de noviembre de 2013

¿Hacia el Gran Israel?

Según la encuesta sobre derechos civiles ”Association for Civil Rights in Israel Annual Report for 2007” publicada por el diario Haaretz , “ el número de judíos que manifiestan sentimientos de odio hacia los árabes se ha doblado, pues el 50% de los judíos israelíes se opondrían ya a la igualdad de derechos de sus compatriotas árabes”.

Así, el ex-Presidente Jimmy Carter que pasó a la Historia al lograr el histórico acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto en 1979, se habría distanciado de la política de los sucesivos Gobiernos de Netanyahu y en su libro ‘Palestina, Paz no Apartheid’, Carter denuncia el “sistema de apartheid que Israel aplica sobre los palestinos”.


Asimismo, denuncia “el incumplimiento por parte de Israel de los compromisos adquiridos en el 2003 bajo los auspicios de George W. Bush”, que incluían las exigencias de la congelación total y permanente de los asentamientos de colonos judíos en Cisjordania así como el Derecho al retorno de los cerca de 800.00 palestinos que se vieron forzados a abandonar Israel tras su constitución como Estado en 1.948 (nakba). Dicha hoja de ruta fue aceptada inicialmente por Israel y ratificada posteriormente por Olmert y Abbas en la Cumbre de Annapolis(2007) con la exigencia de “finiquitar la política de construcción de asentamientos en Cisjordania y flexibilizar los controles militares que constriñen hasta el paroxismo la vida diaria de los palestinos”.

El mensaje diáfano de Carter sería que “la paz es posible a través del diálogo y que Israel y Estados Unidos tienen que negociar con Hamás y con Siria, dos actores cruciales en la política de Oriente Próximo” , postulados que serían un misil en la línea de flotación de la nueva doctrina del Gobierno de Netanyahu que aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel que bebe de las fuentes del sustrato bíblico y la concepción de un estado democrático incardinado en el siglo XXI, heredero de los postulados ideológicos de Theodor Herzl, considerado el Padre del actual Estado de Israel y fundador del sionismo.

Así, Herzl en su libro “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo al tiempo que promovió la creación de la OSM (Organización Sionista Mundial) y en su obra “La vieja Nueva Tierra”(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera.

Por su parte, el Proyecto del Gran Israel (Eretz Israel), sería hijo del atavismo bíblico y bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “ hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes”, lo que supondría la restauración de la Declaración Balfour (1.917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediteráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte noriental de Irak , parte norte de Arabia Saudí , la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva ( nueva nakba).

Dicha doctrina tendría como principal adalid a Isaac Shamir al defender que “Judea y Samaria (términos bíblicos de la actual Cisjordania) son parte integral de la tierra de Israel. No han sido capturadas ni van a ser devueltas a nadie”, doctrina en la que se basarían los postulados actuales del partido Likud liderado por Netanyahu quien aspira a convertir a Jerusalén en la “capital indivisible del nuevo Israel”, tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1.967).

Además,el plan de Netanyahu tendría como objetivo inequívoco pasar a controlar el 20% de la actual Cisjordania palestina mediante la anexión de los actuales asentamientos de colonias al tiempo que se reservaría en cualquier caso el 80% de las capas freáticas del subsuelo de Cisjordania, condenando a la deshidratación demográfica y política a la actual Cisjordania palestina de Abbas, pues Netanyahu considera que el diseño de las actuales fronteras delimitadas por la ONU en 1.947 encorsetarían las necesidades defensivas de Israel e impedirían la posterior implementación del Gran Israel.

Por otra parte, las principales organizaciones pro-Israel de EEUU, (AIPAC y Lobby Antidifamación), junto con millonarios judíos financiarían más del 60 % de las contribuciones que recibe el Partido Demócrata así como el 35 % de las contribuciones políticas que recibe el Partido Republicano, destacando Sheldon Adelson quien según el Center for Responsive Politics habría donado cerca de 100 millones de dólares en la campaña Presidencial del 2012 para evitar la victoria del “socialista Obama”.

En la actualidad, la AIPAC sería el más influyente grupo de presión pro-ísraelí en EEUU pues cuenta con más de 100.000 miembros (150 de ellos dedicados exclusivamente a presionar al Congreso, a la Casa Blanca y todos los organismos administrativos en la toma de decisiones políticas que puedan afectar a los intereses del Estado de Israel) , por lo que Netanyahu acudió a Washington con el objetivo inequívoco de lograr su ayuda en un desesperado intento de convencer a Obama de que “contener los planes nucleares de Irán es en estos momentos mucho más importante que frenar los asentamientos judíos”.

Aunque siempre se ha creído que la AIPAC sería un “gobierno virtual” que teledirigiría la política exterior de EEUU en función de los intereses israelíes, la realidad sería que el lobby pro-israelí tiene verdadero peso en los ámbitos del poder porque EE.UU. e Israel casi siempre han compartido idénticos intereses geopolíticos desde la fundación del Estado de Israel en 1.948. Así, EE.UU. contaría con Israel para mantener a los Estados árabes de Oriente Próximo bajo la amenaza constante de ataque, (asegurándose de paso que se mantengan serviles ante Washington) e Israel no podría seguir existiendo en su forma actual sin el fuerte apoyo político y material que recibe de EE.UU. ( más de 3.500 millones de dólares en ayuda militar).

Sin embargo, la información proporcionada por el diario ‘Maariv’ de que el Gobierno de Netanyahu planea edificar 1.500 viviendas nuevas en colonias judías de Cisjordania y Jerusalén Este (como gesto para apaciguar las críticas de la derecha por la reciente liberación de 29 presos palestinos) además de la construcción de una verja de separación en el Valle del Jordán, (territorio ocupado por Israel en 1967 y que no piensa abandonar aún en caso de llegarse un acuerdo con las autoridades Palestina), podría provocar el estancamiento “sine die” de la enésima ronda de conversaciones de paz palestino-israelíes y la escenificación de un nuevo desencuentro Netanyahu-Obama.

Así, el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry destacó que los asentamientos judíos son “ilegítimos” y rechazó que los palestinos hubiesen aceptado nuevas construcciones en los asentamientos a cambio de la puesta en libertad de los terroristas presos. A ello se uniría el hecho de que en el terreno político la Administración Obama afronta una intensa oposición tanto del Congreso legislativo como de sus principales aliados en Oriente Próximo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Israel), que serían partidarios de implementar nuevas sanciones contra Irán, aunque Obama habría conseguido que el principal lobby pro-israelí (AIPAC) le conceda una moratoria de dos meses en sus negociaciones con Irán para intentar resolver el contencioso nuclear iraní antes de volver a implementar nuevas sanciones contra Irán.

Nos encontraríamos pues en un momento crucial para definir el futuro mediato de Oriente Próximo y Medio (Oriente PROME), pues si fracasa la vía diplomática de Obama, aumentaría la presión del lobby pro-israelí de EEUU ( AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán y Siria por métodos expeditivos, momento que será utilizado por EEUU, Gran Bretaña e Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por dichos países y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales.


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