viernes, 14 de febrero de 2014

El fuerte de Samaipata

A casi tres horas y después de recorrer 120 kilómetros de distancia partiendo de Santa Cruz de la Sierra (departamento de Santa Cruz, Bolivia), la ciudad más importante del oriente boliviano, se encuentra la pequeña localidad de Samaipata, cuyo significado en lengua quechua sería algo así como “lugar de reposo entre las montañas” o “descanso en las alturas”. 

Este agraciado enclave de clima excepcional y rodeado de parajes naturales de exuberante vegetación y ríos de agua cristalina que se precipitan en pequeñas cascadas formando numerosos balnearios naturales, esconde uno de los enigmas mejor guardados de la época precolombina cuyos orígenes y significado aún son motivo de controversia entre la comunidad arqueológica que trata de desentrañar sus misterios.

Muy cerca de allí, apenas a seis kilómetros de Samaipata, junto a la entrada meridional del Parque Nacional Amboró y a 1.949 metros sobre el nivel del mar se localiza el que es sin duda el mayor petroglifo del mundo, ubicado en uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de América y que le han hecho ser merecedor de uno de los cinco títulos de -patrimonio de la humanidad- que la UNESCO ha concedido a Bolivia. El área arqueológica es conocida con el nombre de “El Fuerte”, nombre dado por la funcionalidad que los españoles aplicaron al emplazamiento inca al hallarse éste medianamente fortificado en lo alto de un risco, tras su llegada en el siglo XVI y que significó entre otros muchos acontecimientos que cambiaron el rumbo de la historia, la caída del emergente imperio inca. 

Se puede describir a El Fuerte de Samaipata como un lugar misterioso que ofrece la oportunidad de generar diversas hipótesis acerca de su origen y funcionalidad. Se cree que es la obra de la cultura pre-amazónica chané y que más tarde fue utilizada también como ciudad de avanzada por el imperio inca. De hecho, Alcázar no descarta la posibilidad de que se trate de una capital de provincia. Posteriormente al uso meramente militar que los españoles aplicaron al lugar, se formó un asentamiento colonial muy próximo valle abajo, que dio lugar al municipio de Samaipata, quedando paulatinamente en desuso el fuerte y originando que toda el área se precipitara rápidamente en el olvido y fuera cubierta casi en su práctica totalidad por la vegetación.

Más tarde el lugar se convirtió en una zona de paso para pastores y agricultores locales, que aún así mantuvieron viva la memoria de sus ruinas y transmitieron de generación en generación la grandeza de un tiempo al que el mundo moderno había condenado a la amnesia histórica. Aventureros y buscadores de tesoros vagaron por sus inmediaciones, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando comenzó a redescubrirse su verdadera historia. En el año 1.795, el naturalista checo Tadeas Haenke (1.761 – 1.817) tras participar en la expedición de Malaspina y decidir permanecer en América estudiando la flora de los Andes, hizo una de las primeras y más conocidas anotaciones (Plantae Samaipatensae) sobre las viejas ruinas de “El Fuerte”. Pero en cualquier caso, no ha sido hasta el siglo XX cuando se ha comenzado realmente a trabajar sobre el terreno y a realizar las primeras excavaciones arqueológicas. 

Los arqueólogos han dividido el lugar en dos partes o sectores bien diferenciados, uno Ceremonial y otro Administrativo.

El primero de ellos correspondería a un enorme risco de piedra arenosa de unos 250 metros de largo por unos 60 metros de ancho, poco más de una hectárea, en la que se puede apreciar en gran número diferentes hornacinas con diseños de estilo zoomórfico, tales como serpientes o jaguares, y también entrelazados de diseños geométricos, pozos, nichos en bóveda, asientos triangulares, canales y ranuras, constituyendo en su totalidad sin duda alguna, la mayor piedra labrada o petroglifo conocido en cualquier parte del mundo. En el punto más alto de la gran roca de piedra existe un curioso emplazamiento de asientos conocido con el nombre del “Coro de los Sacerdotes”. 

Los asientos en número de doce, están profundamente tallados en la cima de la colina en un círculo de siete metros de diámetro exterior. Dentro de éste circulo existe a su vez otro juego de tres asientos, que se encuentran orientados hacia el exterior de los doce asientos iniciales. El círculo incluye diseños triangulares y rectangulares en el interior de los nichos cortados en sus paredes. También es muy conocido, por poder apreciarse desde la distancia, dos grandes acanaladuras de gran longitud que corren en paralelo sobre una de las laderas de la roca e interconectadas a la vez por numerosas canalizaciones menores en zigzag cuyo propósito en un principio es totalmente desconocido, y aunque algunos investigadores lo asocian a usos hídricos, otros a funciones meramente astronómicas e incluso no falta quien piense que formaba parte de una ceremonia en la que por los canales correrían sangre o bebidas alcohólicas del tipo “chicha”, derivadas de la fermentación del maíz, lo único cierto es que los indígenas denominan a este conjunto de canales con el sugestivo nombre de El Torso de la Serpiente Cascabel.

Tal vez la explicación menos ortodoxa dada hasta el momento fue la protagonizada hace ya algunas décadas por el investigador suizo Erich von Däniken, quien afirmó que la explicación principal para la existencia de las enigmáticas acanaladuras o raíles en paralelo sobre la superficie de la roca, no fue otro que el de servir de soporte a una rampa metálica para el lanzamiento de naves espaciales o aeronaves, a modo de los “sky-jump” o catapultas de ayuda al despegue de aeronaves de algunos portaaviones modernos, que facilitan el vuelo en espacios reducidos (como lo sería un área selvática) y con un gran ahorro de combustible. 

Después de todo, afirmaba el siempre polémico Däniken, ya los españoles recogieron a su llegada en numerosas leyendas de los nativos, que sus ancestros utilizaron en tiempos inmemoriales el antiguo emplazamiento de El Fuerte como “punto de unión con sus dioses” y que en “caballos voladores de fuego” ascendían para reunirse con ellos. Estas mismas leyendas preincaicas, probablemente originarias de la ciudad de Tiahuanaco, siempre hicieron mención explicita a que Viracocha llegó al igual que el resto de dioses que le acompañaron, los llamados “Hijos del Sol”, desde el espacio, y siempre se le relacionó como un dios del cielo y del trueno, al cual se le puede observar a menudo con plumas que representan su inconfundible capacidad de volar, al igual que un pájaro. El título de “Hijos del Sol” fue el mismo que los incas usaron siglos después de la desaparición de Tiahuanaco.

Además podemos encontrar nuevos espacios en El Fuerte y el primero que será presentado es el llamado ‘casa española’. Se trata de una edificación que coincide con el estilo español habitacional (forma de media hache y patio central) y dentro de ella se han encontrado utensilios de estilo decorativo colonial. Alcázar explicó que lo más probable es que los españoles hubiesen derribado una antigua construcción inca para edificar esta casa. Pero también se cree que debajo de esta casa hay una fuente de agua construida por los chané. “Tiene lógica porque este templo fue construido en honor al dios del agua. Aquí se realizaban rituales en su nombre”, aclara Alcázar.

A su lado está la ‘casa inca’, que cumple con la ley de dualidad inca. La dualidad andina se entiende como la imagen de alguien reflejada en un espejo, la oposición, la parte contraria pero a la vez complementaria del individuo. A partir de ella es que surgen la tripartición y cuatripartición en el aspecto político, religioso, geográfico y, por supuesto, arquitectónico.

Esta casa tiene todo ‘de a dos’. Dos cuartos frente a otros dos cuartos y dos puertas de entrada, por dar algunos ejemplos.

Ambas casas están separadas por un patio que en su momento también fue utilizado como espacio para realizar ceremonias. Las excavaciones de estas construcciones se realizaron entre abril y diciembre de 2006.

Pero desde mayo de este año es que se trabaja en la construcción habitacional más grande de El Fuerte. La Kallajta es una construcción de 68 metros de largo,15 metros de ancho y 12 metros de altura. Tiene ocho puertas en el frontis y una posterior. Se encuentra frente a una plaza de una hectárea de diámetro y constituye una pieza fundamental en las construcciones administrativas que los incas edificaron. 

La segunda parte o segundo de los sectores, situado junto a la cara sur de la gran roca tallada, estaría compuesto por un área residencial y administrativa situada sobre tres terrazas artificiales. La mayor parte de esta cara sur de la roca fue dominada por una serie de al menos cinco templos o santuarios junto con otras edificaciones de menor tamaño que se extenderían a lo largo de varias hectáreas aún sin determinar en su totalidad, y de los cuales sólo el recorte y las formas en sus nichos situados sobre las paredes han logrado sobrevivir al paso del tiempo. 

Estos nichos varían mucho en tamaño, forma y orientación, pero su diseño indica claramente que los templos al menos, fueron construidos en el período de dominio inca. Entre ellos destaca la construcción habitacional más grande y conocida de todo el complejo, la “kallajta”, una edificación de 68 metros de largo, 15 metros de ancho y 12 metros de altura, que posee nueve puertas, ocho en el frontal y una más en la parte posterior. Se encuentra frente a una plaza de una hectárea de diámetro, a la cual los arqueólogos han denominado como “plaza de las tres culturas” en referencia a los dominios español, inca y preincaico que a lo largo del tiempo se sucedieron. Se cree que el “kallajta” fue una pieza fundamental en las construcciones administrativas que los incas incorporaron a “El Fuerte” una vez que conquistaron a sus antiguos moradores, constituyéndose en la frontera más oriental del imperio inca.

Al lado de la Kallajta hay indicios de que se encuentra otro edificio más pequeño donde se guardaban los utensilios militares de las tropas.

También se encuentra la Aquillahuasa, o ‘casa de las escogidas’. Son 12 estructuras habitacionales para monjas. Ellas cumplían diversas funciones: esposas de los incas, intercambio para sellar alianza con otros pueblos, sacrificios o trabajos manuales y artesanales.

La excavación de este edificio se inició en mayo de este año y aún continúan los trabajos. La fase de excavación está casi concluida y pronto se iniciarán las labores de restauración de los restos que se encontraron.

Descubrimientos nuevos de una edificación milenaria. El Fuerte es el resultado de la convergencia de por lo menos cuatro culturas. Aún quedan sorpresas por descubrir en la gran piedra ceremonial de los valles.

Los mitos y leyendas preincaicos siempre asociaron a “El Fuerte” como un lugar de comunicación del hombre con los dioses. La serpiente, uno de los dibujos sobre la roca más representados en todo el conjunto arqueológico también siempre se asoció con la figura de los “dioses que vinieron de los cielos”, no ya solo en la región andina sino en toda América. 

La mítica “serpiente emplumada”, con capacidad para el vuelo y que sintetizaba la figura de dioses como el Kukulcan de los mayas, el Quetzalcoatl de los Aztezas o el Viracocha de las regiones andinas, constituye sin duda una de las primeras referencias a la hora de estudiar el culto llevado acabo por las culturas precolombinas en el emplazamiento de El Fuerte y en el resto del área andina. Es en Tiahuanaco como comentábamos anteriormente, donde podemos encontrar esas mismas referencias que hacen mención al culto de un dios del cielo y el trueno llamado Viracocha del mismo modo que encontramos a Zeus en la antigua Grecia, y al igual también que el dios heleno dotado de piel blanca y pobladas barbas. Viracocha se nos aparece en numerosas ocasiones representado de igual manera, como lo fueron otros muchos dioses del área andina.

Publicado por Xana
http://misteriosconxana.blogspot.com.es/2013/04/el-fuerte-de-samaipata.html

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